03 Jun
03Jun

Probablemente viajar es una manera de renacer en el tiempo siguiendo en un mismo plano existencial. 

El viaje, quizá, comienza cuando vas de regreso a casa y empiezas a reflexionar sobre todo lo que has vivido desde que empezaste a tener consciencia, y de repente,  te das cuenta que ya no eres la misma persona que decidió ir a conocer (se) en un lugar completamente desconocido.

Por experiencia propia sé lo difícil que resulta estar en presente. Mi profesor de Lengua Española decía que “el pasado ya no está, el futuro no lo puedes ver y el presente es algo efímero”. Pero solo cuando vas de regreso a casa mirando por la ventanilla del avión, carro, tren o barco, solo en ese -instante- nos encontramos en presente, y es tan maravilloso ese encuentro contigo.

Viajar siempre será la manera más bonita de decirle a la vida: ¡Hey! te estoy viviendo. También es una manera de agradecer nuestro paso por la tierra en otra vida más.

Sin duda alguna, viajar es una experiencia maravillosa, gratificante. Es como un instante de regeneración celular para dejar los pesares en donde deben estar: en el pasado. 

Hay ciertas cosas que debes saber antes, durante y después de viajar, y esto no se trata de vacunas, reglamentos y normas, ni mucho menos de dinero:

  • El viaje siempre es hacia adentro.
  • Las maletas no son para guardar recuerdos, son para dejar tus antiguas creencias.
  • Los aviones no son máquinas, de hecho, son los mejores consultorios para hacer terapia.
  • Las personas no son cuerpos, son enseñanzas y algunas veces hasta bendiciones.
  • Los acentos guardados en tu memoria forman parte de las metas cultivadas. 
  • Las calles nuevas sirven para renovar tus caminos. 
  • Y finalmente el corazón, que solo viaja contigo para expandirse.

Si esto no te ocurre cuando viajas, fue un viaje perdido.

En cualquier punto donde te encuentres bendice la tierra que te ha dado tanto. Viajar no es para demostrarle al mundo que tienes la posibilidad de hacerlo, es para que te des cuenta que en el mundo no existen fronteras, eso lo inventamos los humanos.

Cada movimiento que damos en cualquier coordenada repercute en un punto muy lejano, y si el Universo decidió que esta fuera nuestra casa estamos en la obligación de cuidarla y respetarla.

Viajar es para aprender todos los idiomas, sobre todo el de la sonrisa. 

Abracemos esa explosión de emociones en el despegue y también el vacío en el estómago cuando estamos aterrizando, porque es la única señal para saber que estás vivo antes del gran cambio, y probablemente, sea esa la sensación que se tiene cuando nos toca reencarnar en otra vida.

Recuerda que todo lo que ves siempre es desde tu ventana (tus ojos). La verdad siempre será dicha desde tu perspectiva, es por esto que la verdad absoluta no existe. No hay palabras para describir los lugares, menos la naturaleza porque ella  se siente, se disfruta, se vive.

Enamórate, déjalo todo, viaja y vuelve a empezar.


Mucho viento en contra,

Alejandra Castillo.

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